Hoy es uno de esos días en los que adquiere tanto sentido para mí la frase de Leiva: "Se me está secando la imaginación...".
Todo me distrae, nada me motiva y, por tanto, acabo de mala leche y con una frustración horrible atravesándome el estómago.
A veces las ideas aparecen sin más, otras solo puedes esperar a atisbar pequeñas sombras de lo que acabarán siendo tras horas de trabajo.
Hoy estoy buscando a las musas, y solo encuentro excusas.

Pero, ¿qué hacer cuando nos pasa esto? A mí ahora mismo solo me dan ganas de apagar el ordenador y centrarme en otra cosa, pero soy obstinada y me he propuesto terminar un capítulo (que, en principio, debía haber terminado ayer). ¿Por qué a veces las malditas musas me visitan cuando no tengo tiempo para darles rienda suelta? ¿Por qué cuando el tiempo es lo que me sobra, parecen esconderse y burlarse en mi cara?
Y me imagino lo que les diría si me las encontrara, cara a cara:
—Oye, musa, ¿por qué me haces esto? ¿Acaso
disfrutas con el sufrimiento ajeno?
Ella suelta una risita aguda y me enseña sus
dientes blancos.
—Verte desquiciarte es divertido —suelta con
todo su morro.
—Ah, perfecto. Gracias por la explicación,
maldita zorra sin sentimientos.
Otra risita que me repatea el hígado.
—¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero? ¿Joyas? No
tengo ni lo uno ni lo otro, pero habla. Todo el mundo tiene un precio.
—Yo no. —Se peina con los dedos de forma
coqueta, dejando caer por su hombro su larga cabellera oscura—. El poder que me
otorgas es pago más que suficiente para mí.
—Se acabó —digo yo, harta de tanta gilipollez—.
No te necesito.
La musa alza la ceja y tuerce una sonrisa. La
muy...
—¿Estás segura de eso?
Y yo suspiro, hastiada. Claro que no estoy
segura, ¿qué diablos voy a escribir sin imaginación?
Mi silencio le parece una respuesta y ella
vuelve a carcajearse en mi cara con esa voz cantarina que se me clava en los
tímpanos. Se da la vuelta y comienza a alejarse de mí, contoneando sus
redondeadas caderas hasta que desaparece de mi vista y vuelve a dejarme sola.
¿Se creen muy importantes, verdad? Lo que ellas no saben es que pienso terminar esto con o sin su ayuda, aunque me salga una mier... coles en toda regla. Ya la arreglaré cuando las musas se confíen y se asomen a ver qué ando haciendo.
Pero, ¿qué hacer para atraer a estos seres caprichosos que nos tienen en sus manos? Al igual que una rata correría por un trozo de queso, estas malditas traicioneras sienten debilidad por ciertas cosas:

- La naturaleza: lárgate, sal, ahora. Busca un sitio apartado rodeado de árboles, a ser posible con agua (ya sea un lago, un río o un charco porque ha llovido). El agua relaja, así que la playa es otra opción más que recomendable. Cierra los ojos y escucha el viento meciendo las olas, piensa en esa escena que se te ha atragantado, en esos personajes como si fueran personas reales que están sentados a tu lado. Vamos, los conoces bien, ¿qué harían ellos en esa situación?
- La música: of course, de lo más inspiradora. Dependiendo de la escena que estés escribiendo, busca un tipo de música acorde. Un poco de rock o metal si la escena es de acción, una balada romántica y empalagosa si lo que te trae de cabeza es una situación romántica. Para la nostalgia, no subestimes el poder del violín, SOLO un violín. Puede que también un piano. Todo es cuestión de gustos.
- Cine/TV/Libros: Lee un libro con temática parecida a lo que quieras escribir, busca alguna escena que te inspire para la tuya (inspirarse no es copiar). Una peli, una serie... cualquier cosa que te sirva.
Otra opción es ver cualquier cosa que no tenga nada que ver con lo que tienes entre manos, te hará desconectar y relajar la mente. Cuando vuelvas a enchufarla, estará a tope. De hecho, es posible que se te ocurra algo de golpe. ¿He dicho ya que las musas son caprichosas?

Cuando escucho a mis vecinas gritar o las obras en frente de mi casa, me pregunto cómo tiene que ser escribir desde el porche de una cabaña en un lago. Sentarte sin prisas, observar el sol reflejado en el agua, las copas de los árboles meciéndose suavemente, el débil (he dicho DÉBIL) piar de los pájaros de alrededor, sentir la brisa fresca acariciarte las mejillas. Tomarte un buen café, un té o un Cola-Cao mirando el horizonte.
Debe de ser inspirador, desde luego. Pero, hasta que me toque el Euromillón, me conformaré con ponerme los cascos, darle caña a la música clásica y observar fondos de pantalla que, con un poco de suerte, trasladarán a mi mente muy lejos de aquí.
Y sino, siempre podría echarme a dormir y esperar que la almohada me susurre las respuestas.
Y, digo yo, ¿y si hubiera dedicado el tiempo que he tardado en escribir esta entrada en escribir lo que tengo a medias? En fin... ya nunca lo sabré.
QUE LAS MUSAS OS ACOMPAÑEN