Hola a todas,
Aunque creo que esta imagen tiene más razón que un Santo, hoy quiero aprovechar para mostrar mi admiración a todas las mujeres del mundo, pero sobre todo a las que forman parte de mi vida.
En primer lugar, a mi madre. Una mujer trabajadora, con carácter, pero con un corazón de oro. Mamá, gracias por todo lo que haces por mí. Darme la vida fue solo el principio.
A mis tías, que se parten el lomo cada día y siempre sacan una sonrisa.
A mi suegra, una mujer de fortaleza increíble y bondad infinita.
A mi cuñada y a mis amigas, gracias por estar siempre ahí, gracias por vuestras risas que son música para el alma. Os admiro por hacer frente a todo y seguir adelante.
A mis compañeras de viajes literarios, de sueños. Os admiro por vuestro talento, vuestra ilusión, por sacar siempre tiempo para trabajar en vuestras historias. Gracias por todo.
Y a mis compis de trabajo, que comparten conmigo fatigas y bocadillos los viernes.
Felicidades a ti también, mujer, si estás leyendo esto. Seas quien seas, estés donde estés. ¡SONRÍE!
FELIZ 8 DE MARZO
¿Qué es ese ruido insoportable
que me taladra los oídos? ¿Quién osa interrumpir mi cena a la luz de la luna
con Brad Pitt? Una cena que incluía velas, un buen vino y aceite corporal de
postre.
Otra vez él… ese odioso aparato
que me avisa cada mañana de que otro día infernal ha dado comienzo.
“Bienvenida a tu vida,
Aitana. Feliz 8 de marzo”.
De un manotazo, lo estampo
contra la pared con desprecio. Así aprenderá.
Sin embargo, sé que no puedo ignorar
su advertencia por más tiempo. Me doy la vuelta y me acerco al oído de mi
compañero de cama, que ronca como un oso pardo con vegetaciones.
—Cariño, acuérdate de comprar
huevos —susurro.
Como única respuesta recibo un
gruñido. El oso continúa durmiendo porque está de vacaciones, pero yo tengo que
levantar el culo con un esfuerzo titánico y un humor de perros.
Camino hacia territorio enemigo
y me preparo para los siguientes 60 minutos, que es lo que tardo en conseguir
que los niños se despierten, se vistan, se tomen los cereales y se laven los
dientes.
Salimos por la puerta, justitos
de tiempo, para variar. Los meto en el coche y les abrocho el cinturón.
“Por favor, que no se peleen,
que no se peleen…”
—¡Mamá, Álex me está haciendo
burla!
—¡Chivata!
—¡Callaos ya! —grito yo,
disparando rayos X por los ojos a través del espejo retrovisor.
Cualquier día nos salimos de la
carretera, ya verás.
Intuyo mis ojeras y mi moño
deshecho a través del espejo. Decido ignorarlo, puesto que no tiene solución.
Las mujeres como yo no tenemos tiempo de recogernos las greñas.
Sin embargo, me prometo a mí
misma que, aunque sea a las dos de la madrugada, tengo que tintarme la raya
canosa que me cruza la cabeza.
“Eso mismo dijiste ayer, guapa”.
Dejo a los monstruitos en el colegio
y piso el acelerador.
El día no mejora conforme
avanza. En la oficina, me espera una torre de papel de más de treinta
centímetros. ¿Por qué? Pues porque no es el día de la mujer trabajadora, no. Es
el día de la mujer explotada, de la mujer que está hasta el mismísimo… moño de
no tener ni un minuto para ir a mear.
Aitana, archiva esto. Aitana,
llama a no se quién. Aitana, déjate la espalda hecha un Cristo en esa silla
diseñada para torturar al ser humano.
Abro el correo electrónico y veo
el mensaje que el director nos ha mandado a todas las trabajadoras.
“Feliz día a todas. ¡A
trabajar!”
Será mamón… esto ya parece
cachondeo.
Tras ocho horas, un sándwich de
pavo caducado y cinco cafés de máquina, me froto los ojos y apago el ordenador.
Tengo tantas ganas de largarme que no hago ni una pequeña parada en el lavabo.
Mi vejiga está a punto de reventar, pero me convenzo de que aguantará media
hora más y me subo en el coche.
Grave error.
Solo hacía falta un bache para
que se me aflojara el muelle. Solo unas gotas, pero suficientes para terminar
de sentirme hecha un asco.
Así que llego a casa cansada,
asqueada y meada. Genial.
Mis dos pequeños están jugando a
darse patadas en el salón. Paran un momento para darme un beso y luego siguen
como si nada. Me parece bien. No estoy de humor para meterme en medio de una
guerra de mordiscos.
Le doy un beso a mi gran oso
pardo y le hago la pregunta, aunque ya sé la respuesta.
—¿Has comprado los huevos?
Traga saliva y desvía la mirada,
todo esto mientras se rasca la nuca.
—Se me olvidó.
Lo siento pero no puedo más. Sé
que solo son unos huevos, unos corrientes y diminutos huevos, pero es la gota
que colma mi vaso lleno de estiércol.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que no podía
responsabilizarte de nada!
—Joder, Aitana, solo son unos huevos.
No es para tanto.
Siento la furia recorriéndome
las venas. El moño debe tener ya un aspecto indescriptible.
—¿Que no es para tanto? ¡¿QUE NO
ES PARA TANTO?! Llevas aquí todo el día tocándote las narices y no has sido
capaz ni de comprar unos huevos. Y aún tengo que llegar yo para…
—Para discutir, como siempre —me
interrumpe.
Parpadeo varias veces porque me
cuesta asimilarlo. ¿Cómo se le ocurre interrumpirme con esa pasividad? Estoy en
medio de un arrebato emocional inmenso, ¿es que no sabe que si me lo corta de
cuajo puede darme hasta una embolia?
—No me lo puedo creer… —No sé si
gritar, reír o echarme a llorar—. Ni de unos malditos huevos te puedes acordar…
¿Por qué parece que se aguanta
la risa?
—Si quieres, aquí tengo un par —me
dice, señalándomelos con sus ojos.
No puede ser… No puede estar
bromeando en este momento.
Doy dos pasos, extiendo el brazo
y le agarro la entrepierna con fuerza, con rencor acumulado.
—Pues házmelos rotos.
—¡Ay, no seas bruta!
—¿Qué pasa? ¡Solo son unos
huevos! —grito como una histérica, descontrolada.
Me mira con los ojos como
platos, me doy la vuelta y lo dejo allí, con sus huevos rotos.
El agua de la ducha me aclara
las ideas. Siento cómo me voy relajando poco a poco, cómo me voy dando cuenta
de lo bruja que he sido. La culpa empieza a corroerme la boca del estómago.
Cuando salgo, envuelta todavía
en el albornoz, uno de mis pequeños está esperándome, sentado encima de mi
cama. Siento ganas de abrazarlo pero entonces me dice:
—Mamá, ¿puedes venir?
Sale por la puerta, esperando
que lo siga.
Me seco un poco el pelo con la
toalla y voy al salón. Lo que veo me deja sin palabras.
La mesa está cubierta con el
mantel elegante, y dos velas iluminan unas servilletas rojas dobladas de forma
extraña.
—Las hemos hecho nosotros —explica
mi niña con una sonrisa a la que le faltan cuatro dientes—. Son cisnes.
Miro a mi marido, que se acerca
para abrazarme y darme un beso con dulzura.
—Feliz día, mi amor.
Noto que unos bracitos se ciñen
a mi cintura.
Nos fundimos en un cálido abrazo
familiar y, cuando me separo, me echo a llorar.
—Te queremos —me dicen los tres
a la vez, como si lo hubieran ensayado.
—Y yo a vosotros —respondo,
limpiándome el moquillo.
Por un segundo, desvío la vista
hacia la mesa y los veo: dos huevos fritos me miran con una sonrisa de beicon.
Me echo a reír.
Feliz día de la mujer, wapisimaaaa!! ^_^
ResponderEliminarUn relato muy chulo, me gustó mucho. La escena de los huevos cuando se los estruja fue genial jajaja. Y ese final... precioso!! sniff snifff
jejeje
Besazosss
Jajaja que Guai tia! me a encantado el relato!y al final me he emocionado!! me ha recordado a cuando estabamos los tres (mis padres y yo) por la cocina y de repente mi padre o mi madre o yo, deciamos abrazo colectivo!!! aiss!! jaja Ya esta, lagrima cayendo! jajajaja Me a gustado! :) Felicidades mujercita! jiji un besazoo enorme! I love!
ResponderEliminarFeliz día de la mujer, amores! Porque aunque ya sea día 9, me da lo mismo, siempre es 8 de marzo.
ResponderEliminarInma, gracias por pasarte a leer y comentar. Me ha hecho mucha ilusión que te haya gustado el relato. Un besazo enorme, guapaaaa!!!
Mujercita chic, mi ChiniMini, eres una de las mujeres a las que más admiro en el planeta. Por tu fuerza y tu sonrisa permanente. Siento haberte hecho llorar, pero también está bien recordar momentos bonitos, no? Un beso enorme xikitina, tq!
Chinimini! jajaja
EliminarOooooh LLORO! Jajjaja Pues si amor lo único que nos queda son los buenos momentos vividos! y recordándolos es la única forma de mantener vivos a los que ya no están! Es bonito que te recuerden esos momentos y tú lo has hecho!
Te quiero cuchufleta!
Me gusta como piensa usted, señorita... TQ!!
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