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viernes, 20 de mayo de 2016

Diario Be: Inauguración [Agosto de 2014]

Hace unos días, me quejaba a mi amiga Zoe de lo injusta que es la genética. Injusta, caprichosa y un poco hija de p... Porque a ver, ¿qué merito tiene que una tía tenga las piernas más largas que Betty Spaghetti o los ojos tan azules como el mar? Pues ninguno.
Visto así, más mérito tiene la que ahorra durante un año para poder pagarse unas tetas nuevas.
Zoe me daba la razón como a los tontos, porque ella es de esas afortunadas que nació con una estrella pegada al culo. La tía se lo curra, no voy a negárselo, pero esa forma que tiene su cuerpo de transformar las pocas grasas que ingiere en absolutamente... nada, me jode. Y mucho.
Pero bueno, también es de las que se ha pagado unas tetas nuevas, aunque a mitad de precio. Es lo que tiene currar en una clínica de cirugía estética, te hacen descuento.
A mí, en la inmobiliaria, me cobran hasta los bolis. Así es la vida.

No es que yo sea un engendro, tampoco es eso, pero tengo michelines y piel de naranja como casi todas las humanas. Y bueno, no hablemos de la longitud de mis piernas porque es un tema que me pone de mala leche.

El caso es que estaba yo rajando de todo esto, cuando me percaté de que a Zoe se le escapaba algún que otro bostezo mientras se miraba las uñas. Tras una pequeña discusión, acabó diciéndome con su ya legendario tacto... "estoy hasta los ovarios de tus lloriqueos". Así es mi amiga, sincera ante todo.
Berenice, me encanta escucharte, de verdad... pero ya no sé ni qué decirte. ¿Crees que tienes el culo caído y dos jamones en vez de muslos? Joder, ponte a hacer ejercicio de una puta vez. Esto dijo mientras se agarraba su propio culo no es gratis.

Vale, puede que la genética no hubiese sido del todo generosa conmigo, pero Zoe tenía razón: podría hacer algo al respecto. El problema es que no me apetecía, los gimnasios y yo no nos llevamos nada bien. En realidad, el deporte en general. Es superior a mí, me odia. Las máquinas y mis extremidades no colaboran, se pelean entre ellas.
Además, ¿se supone que tengo que dejar de comer todas esas cosas tan buenas que la industria alimentaria produce para mí? Creo que sería un feo muy grande hacia todas esas empresas que tanto esfuerzo y dinero invierten para que yo no pierda ni uno de los hoyuelos de mi celulitis.

La conversación se alargó un poco más, pero, en definitiva, terminó con Zoe haciéndome reflexionar sobre mi necesidad de quejarme de todo. Una cosa llevó a la otra y... voilà, aquí estoy, dando rienda suelta a mis neuras en este pequeño espacio cibernético que no sé dónde va a terminar. Pero si eres una incomprendida como yo (y como Calimero) y te encanta quejarte de lo injusta que es tu vida, pues...

Welcome to my life

2 comentarios:

  1. Insisto: ¡qué bueno estar en la cabeza de Berenice de nuevo! <3 Me encanta.
    Un besote, preciosa.

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    Respuestas
    1. La verdad es que echo de menos a Berenice ;)

      Muchas gracias, preciosa. Un besote!

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