Vale, lo reconozco, tengo un problema. Houston, ¿estás ahí? Pues ponte cómodo, porque esto va para rato.
Hace tiempo, yo era de las que decía "Qué va, lo tengo controlado. Venga, solo uno más. Puedo parar cuando quiera". Ah... pobre ingenua.
Bueno, si alguien está libre de pecado, que tire la primera piedra. Todos tenemos algún vicio, ¿no? El mío es comprar ebooks a diestro y siniestro. Bueno, y las patatas fritas. Y los donuts. Y la pizza, claro. Qué hambre tengo. Si ahora mismo entrara a Mc Donald's, lo dejaba temblando. ¿Sabéis las ganas que tengo de probar esa mierda de hamburguesa nueva que hace no sé qué abuelita entrañable? Con su salsa y su... Espera, ¿de qué estábamos hablando?
Ah, sí. El Kindle. Los libros digitales. Esos que valen menos que un café (bueno, no todos, porque algunos son para mear y no echar gota. ¿Un ebook por 10 euros? Si crees que bromeo, te equivocas. Ojalá. Pero el mundo está loco, eso es un hecho).
A ver, empecemos por el principio, que ya sabéis que me disperso.
A mí me gusta leer. Mucho, de hecho. A estas alturas, no es ningún secreto. Siempre he sido ferviente defensora del libro en papel (y lo seguiré siendo). Para mí, la sensación de abrir un libro, tocarlo, olerlo, disfrutar de la rugosidad de sus páginas, de los relieves (si los tiene) de su portada, de la preciosa y cuidada edición (que no siempre tenemos... Fail. Caca)... En fin *suspiro*, que eso es demasié p'al body. Y hay ciertas novelas que NECESITO en papel, mi estantería tiene sitios reservados para ellas.
Pero he sucumbido, lo reconozco. El diablo (Sí, Amazon, te estoy mirando a ti) me ha tentado y ahora también adoro los libros electrónicos. De hecho, voy por el segundo Kindle, con eso lo digo todo. Por si tenéis curiosidad... No es que los coleccione (un caprichito un poco carete para coleccionar, no?), es que se me cayó una Fanta de naranja (¿qué coño importa el sabor, Lorena? Shut up ya) y... ya os podéis imaginar. Por aquel entonces, era tanta la dependencia del dichoso dispositivo, que lo tuve semanas en un tupper con arroz, deseando su resurrección, rogando a los dioses antiguos y nuevos por un simple latido. Pero había muerto, y mis esperanzas con él.
Así que me regalaron otro para Navidad y yo tan feliz me olvidé de ese Kindle anciano cubierto de polvo de arroz, como Mulan. Fin del drama.
Y es que, no vengo hoy a intentar convenceros de las ventajas del libro electrónico; a estas alturas, las conoceréis todas, pero no podemos negar que práctico es un rato. No pesa apenas, ocupa poco espacio en el bolso, tiene funciones fantásticas (de las cuales uso... no sé, ¿un 10%? Si me complica la vida un aparato, paso de él, así que voy con cuidado en estos temas) y, ahora que tengo un modelo nuevo, también tiene luz (que va muy bien si te secuestran y te meten en un zulo, por ejemplo). Joder, no me digáis que no mola, va. Que sí, que no huele a libro, que huele a... plástico, que no huele a nada, vaya. Pero... ¿y eso de poder sujetarlo con una única mano? Ahora que va haciendo frío, meter la otra bajo el edredón puede marcar la diferencia, no me vais a negar eso en la cara.
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También la queréis y lo sabéis |
De todas formas, repito que no prefiero ni uno ni otro. Que me van a seguir encantando los libros en papel, que son preciosos por dentro, por fuera y por todas partes, pero que...
Larga vida también a los libros electrónicos, qué queréis que os diga. Yo así leo en cualquier parte más cómoda, más rápido y, además, puedo pasar cualquier documento a
pdf y leerlos también. Me va genial para repasar mis borradores o cualquier otra cosa. Y, ¿por qué no admitirlo?
Acumular libros en papel me supone otro problema. Ojalá tuviera
la biblioteca de La Bella y la Bestia, pero va a ser que no es el caso.
Pero bueno, en realidad
no vengo a enfrentar aquí a los dos formatos, sino a quejarme "en voz alta" de mi obsesión por comprar libros electrónicos. El "clic" está tan a mano, que... Ay...
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"Vamos, solo uno más.
Si estoy súper tranqui, yo controlo" |
Pero, como todos los avances tecnológicos, los libros digitales tienen sus
peligros. Y no me refiero a que se pueda volver contra mí. No me veo al
Kindle intentando asesinarme para suplantarme y ponerse mis zapatillas de estar por casa; el problema es que hay
ebooks muy baratos. Sí, habéis leído bien, es un puto
PROBLEMA. ¿Tenéis idea de los libros que tengo pendientes? En papel unos cuantos, algunos (la mayoría) ni siquiera los tengo aún comprados, pero en digital es otro tema. Que si ofertas a 0,99€, al 50%, que si
Amazon Flash (maldito Amazon, me estás hundiendo la vida)... En serio, he contado más de 25 ebooks dentro del Kindle que todavía no he leído. Entenderéis ahora mi desasosiego, mi frustración y mi estrés. Reconozco que alguno ni siquiera me llama leerlo, lo he comprado porque me pareció buena idea y una oportunidad de cojones comprar un libro de Egipto por 0,99€. Que sí, que el tema me interesa, pero... ¡Anda que no hay libros que quiero leer antes! Y cada vez van saliendo más y más y... Me ahogo, en serio. Estoy empezando a pensar que me compraría hasta el boletín del BOE por ese precio.
Soy una marioneta. Me he convertido en un pelele, un esbirro del sistema. No me miréis, no merezco vuestra compasión. Sé lo que estáis pensando ahora... Pobre loca, está enferma y es muy estafable. Bueno, quizás tengáis razón, aunque debo decir que la gran mayoría de libros que compro es porque me interesan y quiero leerlos algún día (o alguna década, ahí ya no puedo comprometerme).
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¡Toma todo mi dinero ya! |
Vale, antes de acabar, tengo que haceros una
confesión. El último ebook que me he comprado (creo que fue hace dos días. Eh, dos días sin comprar, ¿eso no es un logro? Exijo mi pin) me ha costado casi 9 pavos. Sí, lo sé, lo sé... No hace falta que digáis nada. Mucho quejarme y luego voy y suelto la pasta, pero es que necesitaba ese libro y esta vez de verdad.
"La última estrella" de Rick Yancey, es la tercera y última parte de su saga y tengo que saber cómo acaba, entendedme. En cuanto lo vi, me puse los bolsillos del pantalón del revés y apreté el botón mientras miraba a Amazon a los ojos y le decía
"Shut up and take my money".
No quiero despedirme sin antes aclarar a las editoriales que no hablaba en serio, que sigan poniendo ebooks a precio putas porque así sus ventas aumentarán y, a su vez, velarán por la felicidad y la progresión social y cultural de este planeta (ahí lo llevas). Ya me ocuparé yo de mi adicción, pero, por favor, rebajad los precios, que con lo que valen algunos ebook me compro cuatro de autopublicados (gracias a los autopublicados, por cierto). Bueno, y gracias también a las editoriales que piensan en el bolsillo de la gente y nos permiten disfrutar de sus obras por precios asequibles. Entre 0 (sí, he dicho 0) y 4 o 5 euros... es algo razonable, ¿no os parece? No es por hacer publicidad, pero Escarlata Ediciones lo cumple perfectamente. Larga vida a Escarlata Ediciones, de paso. ¿Que no viene al caso? Bueno, me da igual, es mi blog y supongo que digo lo que quiero (uy, que se ha puesto chulita).
En fin, que espero que los libros en papel no desaparezcan jamás y que los electrónicos aprendan a convivir con ellos. Hay mercado y lectores para ambos. Yo misma tengo amor para los dos. Simplemente, a quienes corresponda: REBAJAD LOS PRECIOS DE TODOS. Y a vosotros, los que estáis leyendo esto (Vocecita de mi cabeza: "¿Vosotros? ¿En plural? A veces, me fascina tu optimismo, Lorena"). Pues eso, a quienes hayáis aguantado hasta el final... A parte de daros las gracias y felicitaros por vuestra paciencia, ¿qué tal si me contáis un poco vuestras opiniones sobre este tema? ¿Que qué tema exactamente, decís? El que queráis, porque también estoy dispuesta a entablar una conversación sobre la jugosidad de una hamburguesa de Mc Donald's o lo increíble que es la salsa Deluxe.
Gracias por vuestra atención.
Saludos.
P.D: Dedico esta entrada a Enara, que ayer se convirtió en la seguidora número 200 del blog y me animó para que escribiera algo, lo que fuera. Enara, lo siento, esta mierda es lo que me ha salido :(